El futuro de la enseñanza de las ciencias


INTERVENCIÓN EN LA COMISIÓN DE EDUCACIÓN DEL SENADO
Tema: El futuro de la enseñanza de las ciencias

Interviniente: Enrique Ramos Jara
Madrid 14 de Marzo de 2002
En las intervenciones que me han precedido se ha evaluado desde distintos ángulos la progresiva pérdida de dedicación horaria a las materias científicas en el currículo de la enseñanza secundaria (E.S.O. y bachillerato), y en concreto a la Física y a la Química, lo cual está en contradicción con los objetivos que facilitan la formación de ciudadanos para la sociedad actual. Por otro lado, ha surgido la alerta, al comprobar las graves deficiencias en la formación humanística y se decide aumentar el número de horas de dedicación a un cierto grupo de materias humanísticas con el fin de remediar este problema. Pero la educación humanística, la adquisición de destrezas lingüísticas, el aprendizaje de capacidades intelectuales, la adquisición de conocimientos históricos, geográficos o culturales en general, no solo pueden ser aprendidos a través de una o dos asignaturas, sino por el conjunto de conocimientos y destrezas intelectuales que suministran determinadas materias del currículo (materias de Letras y de Ciencias). Voy ha centrar mi intervención abordando dos aspectos fundamentales en el presente y el futuro de las Ciencias. En primer lugar describiré la sociedad para la cual educamos y en segundo justificaré la importancia de la enseñanza de las Ciencias para formar ciudadanos. En la actualidad, la cantidad de conocimientos de que se dispone, y que pueden ser considerados importantes para vivir en la sociedad actual, es ingente y por tanto, las autoridades educativas y los profesores nos encontramos con la tremenda dificultad de seleccionar los contenidos que se han de transmitir e impartir en los currículos. Todo ello hay que hacerlo teniendo en cuenta, que la sociedad de la información en la que estamos inmersos dispone de poderosos medios de divulgación, sobre todo tipo de asuntos y disciplinas, a los que se puede acceder de una forma rápida y permanente. Por tanto, cuando tenemos que planificar, reformar o programar en educación, debemos hacer un acto profundo de reflexión, y tras un análisis minucioso, seleccionar los contenidos que deben ser perpetuados en las siguientes generaciones o que por sus características son considerados imprescindibles en la formación de los ciudadanos. Vivimos en una sociedad democrática. Una sociedad así, se caracteriza porque todos los ciudadanos son autoridades con derecho a gobernar y algunos tendrán la responsabilidad de hacerlo por delegación de los demás. Así pues, puede afirmarse que en una sociedad democrática todos los ciudadanos son gobernantes y por tanto son políticos. A través de la educación debemos pues, preparar gobernantes y por ello, en este tipo de sociedad, la educación adquiere una relevancia muy especial, siendo esta una preocupación pública de la máxima importancia. En definitiva no se trata solo de preparar buenos ciudadanos, sino que además han de ser capaces de gobernar. En una sociedad en la que todos sus miembros gobiernan (sociedad democrática) además, la Escuela ha de ser obligatoria, pues hay que garantizar una educación y formación mínimas para poder ejercer de ciudadano responsable. Por ello, el prescindir de los alumnos demasiado pronto o dejar que abandonen las aulas demasiado prematuramente es peligroso. El fracaso escolar y la adquisición deficiente de conocimientos, habilidades sociales o destrezas profesionales han de tener para nosotros una especial e importante significación, y justifica el que todas las democracias modernas vivan bajo el miedo de que en sus sociedades crezca el número de personas ignorantes y que puedan acabar deteriorando o destruyendo el propio sistema democrático. La democracia no se hereda genéticamente, las sociedades democráticas han de convertir al niño o niña en ciudadanos, no puede considerarse que estos lo son desde la cuna. La educación es algo que la sociedad exige y que garantiza si se hace bien, la supervivencia de la democracia. Por ello hay que esforzarse en educar ciudadanos, lo cual no es fácil, pudiéndose afirmar que la educación no es una ciencia sino un arte: Hay que transmitir cosas que no están sujetas a debate (muchos de los contenidos científicos) y además enseñar a debatir. Hay que formar ciudadanos capaces de hacer demandas inteligibles a otros y de entender las que se les hacen a ellos, de razonar y ser razonables, capaces de debatir sin llegar a la violencia, con capacidad de persuadir y de ser persuadidos, etc. En este aspecto, se observa una perdida progresiva de la capacidad de los alumnos y las alumnas a preguntar a medida que avanzan en el sistema educativo (desde primaria, secundaria a los alumnos de la universidad). Preguntar es siempre importante y debatir también, y hay que enseñar siempre resolver los antagonismos, no con la violencia sino con el debate. En este caso, es importante distinguir entre el respeto a las personas y el respeto a las opiniones. Las personas son siempre respetables, pero las opiniones no tienen porque serlo, y en todo caso lo serán para algunos, pero en democracia las opiniones están para ser discutidas, zarandeadas y modificadas cuando sea necesario y cuantas veces se considere. Debemos estar dispuestos a que nos hieran en nuestras opiniones. Todas las convicciones pueden ser discutidas, lo cual no significa que renunciemos a ellas. Por lo tanto, en sociedades de estas características, la educación a todos los niveles es de suma importancia pues es necesario formar ciudadanos capaces y convencidos de unos valores, que en nuestro caso están reflejados prácticamente al completo en la Constitución. ¿De que forma puede colaborar la enseñanza de las Ciencias en formar ciudadanos para una sociedad democrática? Los valores de la Ciencia y de la Democracia son concordantes y en muchos casos indistinguibles. Tanto la Ciencia como la Democracia alientan opiniones poco convencionales y un vivo debate. La Ciencia es un bastión contra el misticismo, contra la superstición y contra la religión aplicada erróneamente. Si somos fieles a sus valores, podremos descubrir cuando nos están engañando. En la Ciencia no hay preguntas prohibidas, no hay temas demasiado sensibles o delicados para ser explorados, no hay verdades sagradas. Hay que estar abierto a nuevas ideas, y combinado con el escrutinio más riguroso y excéptico de todas ellas nos permite seleccionar o separar las buenas de las malas. Al científico, las críticas válidas le hacen un favor. La Ciencia es parte integrante de la humildad. No importa lo inteligente, venerable y querido que sea uno. Debe demostrar sus ideas ante la crítica decidida y experta. Se valoran la diversidad y el debate. Se alienta la formulación de opiniones en disputa, sustantivamente y en profundidad. Hay que comprobar las teorías hasta el punto de la ruptura, hay que experimentar. Siempre que sea posible se diseñan y realizan experimentos para comprobar la verdad de las mismas. No se debe confiar en lo es intuitivamente obvio. La experimentación es muy importante. (La diferencia entre la Física y la Metafísica es que esta última no tiene laboratorio) Pero además, en el corazón de la Ciencia hay un equilibrio entre dos actitudes aparentemente contradictorias: Una, la apertura a nuevas ideas, por muy extrañas y contrarias a la intuición que sean, y otra, el examen escéptico más implacable de todas las ideas viejas y nuevas. Así es como se diferencian las verdades profundas de las grandes tonterías. La empresa colectiva del pensamiento creativo y el pensamiento escéptico, unidos en la tarea, mantienen el tema en el buen camino. Esas dos actitudes aparentemente contradictorias, sin embargo están sometidas a cierta tensión. Si uno solo es escéptico, las nuevas ideas no llegaran. Nunca aprenderá nada. Se convertirá en un misántropo escéptico convencido de que el mundo está gobernado por la tontería. Así pues, el mero escepticismo no basta. Pero sin embargo, la Ciencia requiere del escepticismo más vigoroso e implacable porque la mayoría de las ideas son simplemente erróneas y la única manera de separar el trigo de la paja es a través del experimento y el análisis crítico. Por otro lado, si uno está totalmente abierto a la credulidad y no tiene un gramo de sentido escéptico, no puede distinguir las ideas prometedoras de las que tienen valor. Aceptar sin crítica toda noción, idea o hipótesis equivale a no saber nada. Las ideas se contradicen unas a otras, solo mediante el escrutinio escéptico podemos decidir entre ellas. Realmente hay unas ideas mejores que las otras. La mezcla juiciosa de estos dos modos de pensamiento es básico para el éxito de la Ciencia. Los buenos científicos hacen ambas cosas. Aunque en Ciencia es mejor ser demasiados escépticos que demasiado crédulos. Pero ninguno de los caminos es fácil. El escepticismo responsable, minucioso y riguroso requiere un habito de pensamiento cuyo dominio exige practica y preparación. La credulidad, apertura mental o asombro tampoco llega fácilmente. Si realmente queremos estar abiertos a nuevas ideas, debemos entenderlas. No tienen ningún valor estar abierto a una proposición que no entendemos. Tanto el escepticismo como el asombro son habilidades que requieren atención y práctica. Su armonioso matrimonio dentro de la mente de todo escolar debe ser un objetivo principal de la educación. Por todo ello, la Ciencia es más que un cuerpo de conocimientos, una manera de pensar. La manera de pensar científica es imaginativa y disciplinada al mismo tiempo. Esta es la base de su éxito. La Ciencia nos invita a aceptar los hechos aunque no se adapten a nuestras ideas preconcebidas. Nos aconseja tener hipótesis alternativas en la cabeza y ver cual se adapta mejor a los hechos. Nos insta a un delicado equilibrio, entre una apertura sin barreras a las nuevas ideas, por muy heréticas que sean y el escrutinio escéptico más riguroso:, es decir, nuevas ideas y sabiduría tradicional. Una de las razones del éxito de la Ciencia es que tiene incorporado un mecanismo que corrige los errores en su propio seno. Cada vez que ejercemos la autocrítica, cada vez que comprobamos nuestras ideas a la luz del mundo exterior, estamos haciendo Ciencia. Por el contrario cuando somos autoindulgentes y acríticos, cuando confundimos las esperanzas con los hechos, caemos en la superstición. Esta manera de pensar, también es una herramienta esencial para la Democracia. La Ciencia es además, un intento, en gran medida logrado, de entender el mundo, de conseguir un control de las cosas, de alcanzar el dominio de nosotros mismos, de dirigirnos hacia un camino seguro. La Ciencia nos conduce a la comprensión de cómo es el mundo y no de cómo desearíamos que fuese. La meteorología y la microbiología explican ahora lo que hace solo unos siglos se consideraba causa suficiente para quemar a una mujer en una hoguera. Pero también, es mucho lo que la Ciencia no entiende, quedan todavía muchos misterios por resolver. La Ciencia está lejos de ser un instrumento perfecto, simplemente es el mejor que tenemos. A pesar de que en todo el mundo hay una enorme cantidad de personas inteligentes que se apasionan por la Ciencia, los estudios sugieren que un noventa y cinco por ciento de los ciudadanos son "analfabetos científicos". Hoy día es peligroso y hasta temerario que el ciudadano medio mantenga su ignorancia sobre temas como el calentamiento global, el efecto de las ondas electromagnéticas, la reducción del ozono, la contaminación del aire, los residuos tóxicos y radiactivos, la lluvia ácida, la erosión del suelo, la desforestación tropical, el genoma humano, la clonación animal y humana, etc. Además de las implicaciones sociales de la energía generada por fisión o fusión nucleares, las supercomputadoras, las autopistas de la información, el aborto, la fabricación de armas la adicción a las drogas, la televisión de alta resolución, la seguridad en las líneas aéreas y los aeropuertos, los trasplantes de tejidos, los costes de la sanidad, los aditivos alimentarios, los fármacos para tratar depresiones o esquizofrenias, los derechos de los animales, la superconductividad, las píldoras del día siguiente, la viagra, las predisposiciones sociales presuntamente hereditarias, las estaciones espaciales, el hallazgo de los remedios del sida o el cancer, el trasvase del Ebro, etc. ¿Cómo podemos en una sociedad democrática incidir en la política nacional o incluso tomar decisiones inteligentes en nuestras propias vidas si no podemos captar los temas subyacentes en todas estas cosas? ¿Cuántas decisiones políticas se ven afectadas por presiones sociales incoherentes? ¿Cuántas decisiones antieconómicas o inapropiadas se toman por exigencias de los ciudadanos contrarias, a la lógica que nos indican instituciones científicas? Pero además, cuando la sociedad no tiene una cultura científica básica mínima cae fácilmente en la superstición y la brujería. O por el contrario todo lo que no entiende lo traslada a la intervención divina. Las expectativas de la vida humana era de veinte a treinta años en Europa occidental al final de la época romana medieval, la media no ascendió a 40 años hasta alrededor del año 1970. Llegó a 50 en 1915, 60 en 1930, 70 en 1955 y hoy se acerca a los 80 (un poco más en las mujeres y un poco menos en los hombres). ¿Cuál es la causa de esa transición tan asombrosa? Las muertes por enfermedad se han ido reduciendo progresivamente a través de la historia y las personas se curan gracias a la Ciencia: Por el descubrimiento de los gérmenes patógenos, las medidas de salud pública, las medicinas, las vacunas y la tecnología médica. Además de las mejoras en la alimentación y nutrición humanas. La Ciencia permite que la Tierra pueda alimentar a una cantidad de humanos cientos de veces mayor y en condiciones mucho menos miserables que hace unos cuantos cientos de años. ¿Qué nos aportará, el conocimiento de la estructura nuclear del ADN y el Genoma humano. Es de prever que aportará grandes avances en la prevención y curación de enfermedades hasta ahora incurables. Después de todo, la longevidad es quizás la mejor medida de la calidad de la vida física. Es un ofrecimiento muy valioso de la Ciencia a la Humanidad: Nada menos que el don de la vida. Por todo ello el no dar importancia o abandonar la Ciencia significa mucho más que quedarnos sin el aire acondicionado, el aparato de Cd, el ordenador y el automóvil. En la sociedad actual sencillamente, no hay vuelta atrás. Nos guste o no, estamos atados a la Ciencia y por ello lo mejor sería sacarle el máximo provecho. Cuando finalmente lo aceptemos y reconozcamos plenamente su belleza y poder nos encontraremos con que, tanto en asuntos espirituales como prácticos saldremos ganando. La Ciencia no solo es compatible con la espiritualidad, sino que es una fuente de espiritualidad profunda. Cuando reconocemos nuestro lugar en la inmensidad del universo, cuando captamos la complicación, la belleza y sutileza de la vida, la elevación de este sentimiento, la sensación combinada de regocijo y humildad es sin duda espiritual. Eso sí la Ciencia puede ser difícil de entender y puede desafiar creencias muy arraigadas. Sin embargo, la superstición y la Pseudociencia no dejan de interponerse en el camino de la Ciencia, proporcionando respuestas fáciles, evitando el escrutinio escéptico, apelando a nuestros temores y devaluando la experiencia, convirtiéndonos en practicantes rutinarios y cómodos además de víctimas de la credulidad. Parecer confirmarse una perdida progresiva de la capacidad crítica y del escepticismo, los ciudadanos parecen aferrados a las bolas de cristal, las cartas del Tarot o consultando nerviosos los horóscopos, incapaces de discernir entre lo que nos hace sentirnos bien y lo que es cierto. De esta forma nos iremos deslizando, casi sin darnos cuenta hacia la superstición y la oscuridad. Ultimamente más que nunca se observa la caída en la estupidez, se hace más evidente la lenta decadencia del contenido de los medios de comunicación de enorme influencia, la programación de nivel ínfimo, las crédulas presentaciones de pseudociencia y superstición, pero sobretodo se está cayendo cada vez más en una especie de celebración de la ignorancia. Hemos preparado una civilización global en la que los elementos más cruciales, son entre otros el transporte, las comunicaciones y todas las demás industrias, la agricultura, la medicina, la educación, el ocio, la protección del medio ambiente, e incluso la institución democrática clave en las elecciones dependen profundamente de la Ciencia y la Tecnología. Pero al mismo tiempo también hemos dispuesto las cosas de modo que nadie entienda la Ciencia y la Tecnología. Esto, es garantía de desastre. Por lo tanto, es muy importante y totalmente imprescindible no solo robustecer la enseñanza de las Ciencias sino también popularizar su conocimiento, haciendo accesibles sus métodos y descubrimientos a los no científicos. Cuatro son las razones principales para realizar un esfuerzo continuado que acerque la Ciencia a la sociedad: 1) A pesar de las abundantes oportunidades de mal uso, la Ciencia puede ser el camino dorado para que las naciones salgan de la pobreza y el retraso. 2) La Ciencia nos alerta de los riesgos que plantean las tecnologías que alteran el mundo. 3) La Ciencia nos enseña los aspectos más profundos de nuestros orígenes, naturaleza y destino, el de nuestro planeta, y el del universo. 4) Y como decíamos antes los valores de la Ciencia y los valores de la Democracia son concordantes y en muchos casos indistinguibles. En la enseñanza obligatoria y post-obligatoria, el bajo nivel de conocimientos de los alumnos en las ciencias viene determinado, en primer lugar por la reducción horaria de dedicación a estas materias. Esta reducción horaria y el consiguiente menor nivel de conocimientos que iba adquirirse, se podía haber compensado en parte, si se hubieran impartido las materias transversales previstas tanto en la LODE como en la LOGSE de las cuales la mayoría eran de carácter científico: Educación para la salud, educación para el consumidor, educación para el medio ambiente, educación para la sexualidad, etc., lo cual a supuesto un fracaso desde el principio, Con ello se ha ido aumentando el déficit de conocimientos científicos que debían adquirir los alumnos. Pero a parte de los aspectos metodológicos, en parte condicionados por la baja dedicación horaria, y que indudablemente no se han revisado y modernizado lo suficiente, hay que tener en cuenta que la Ciencia, es difícil de aprender y de enseñar, probablemente debido a sus aspectos antiintuitivos y perturbadores, el que en muchas áreas no da soluciones claras y definitivas. por otro lado la perspectiva de su mal uso, la independencia de la autoridad , etc., produce un cierto rechazo. Hay quien afirma (Cromer univ. de Boston) que la dificultad de su aprendizaje es difícil porque es nueva. Es decir, nosotros que somos una especie con cientos de miles de años de antigüedad, descubrimos el método científico solo hace unos siglos y además concluye que no la habríamos descubierto sino fuera por una improbable concatenación de hechos históricos que confluyeron en la antigua Grecia. El desarrollo de un método escéptico, inquisitivo y experimental propio de la Ciencia, y su persistencia durante mil años. En resumen Señorías: Una vez establecida la importancia que tiene el conocimiento de la Ciencia, los valores democráticos y sociales que transmite y las destrezas intelectuales que proporciona a los ciudadanos, mi propuesta de futuro para mejorar la enseñanza de la Ciencia en nuestra sociedad son las siguientes: 1) Se hace necesario revisar, analizar y decidir cuales son los contenidos científicos básicos que han de impartirse. Concretando la profundidad o extensión con que se han de impartir y por lo tanto la dedicación horaria en el currículo de la enseñanza obligatoria y el bachillerato. 2) Es imprescindible mejorar y actualizar la metodología que en la actualidad se utiliza para transmitir los conocimientos científicos en los centros escolares. 3) Dada la importancia que tienen los conocimientos científicos en la sociedad actual, no solo reforzar y mejorar su enseñanza en todos los niveles educativos, sino realizar un esfuerzo continuado de divulgación entre los ciudadanos, a través de los medios de comunicación. En definitiva, nos encontramos en un país con un déficit histórico de científicos en comparación con otras naciones de nuestro entorno y que solo es explicable, si consideramos que aquí la enseñanza de las Ciencias ha sido escasa y con una metodología poco adecuada. Muchas gracias.

Source: http://www.rsme.es/comis/educ/senado/q4.pdf

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