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45° Congreso AICA, Zurich, 10. – 12. julio 2012
«Escribir con acento»
Aveek Sen / Texto de referencia

La White Dickinson de Roni Horn
Aveek Sen

En una tarde de verano de “indescriptible quietud”, en agosto de 1870, el crítico literario Thomas Wentworth
Higginson hizo una singular estancia en el pueblo de Amherst, Massachussetts. Fue a visitar a una mujer de 40
años, soltera, que vivía con sus padres y hermanos en la casa familiar. Emily Dickinson y Higginson eran
corresponsales desde hacía unos cuantos años, ella le enviaba sus poemas y solicitaba sus consejos críticos. Era
la primera vez que habían convenido un encuentro en la casa de Emily, y Higginson estaba inquieto. La pulida
emoción que traslucía la escritura de Emily lo había incomodado a menudo en su papel de corresponsal. Mientras
la esperaba en la sala “oscura & fría & rígida”, su llegada le fue anunciada por un paso que “se asemejaba al
correteo de un niño”. Emily, “una pequeña mujer común”, entró, le ofreció dos lirios de día que puso “de una
manera casi infantil” en su mano, y al hacerlo le dijo: “Estas flores son mi presentación”.
Higginson visitó a Emily dos veces durante su estadía. En las cartas-diario que escribía a su esposa intentaba
relatar la forma y el contenido del habla de Emily, “completamente ingenuo y simple”. “Si leo un libro que enfría
todo mi cuerpo a tal punto que ninguna hoguera puede calentarlo, entonces sé que es poesía”, le dijo. “¿Cómo
viven todas esas personas que no piensan nunca?, le preguntó. “¿Cómo encuentran la fuerza para vestirse cada
mañana?” Y después, “¿Podría decirme lo que es el hogar (home)?". Lo interrogó sobre la memoria y el olvido:
“¿Cuando las cosas se van de nuestro pensamiento es olvido o ensimismamiento?” Por último en el momento de la
despedida le dijo, “La gratitud es el único secreto que no puede revelarse.” Veinte años más tarde, y cinco años
después de la muerte de Emily, con el beneficio de la distancia, Higginson evoca esta visita a los lectores de la
revista literaria y cultural Atlantic Monthly: “Era un ser demasiado enigmático para ser captado en una hora de
entrevista… Sólo podía quedarme quieto y observarla, como acechando en un bosque; Debo darle un nombre a mi
pájaro sin un arma, según lo recomienda Emerson.”
“¿Cuando las cosas se van de nuestro pensamiento es olvido o ensimismamiento?” La primera vez que descubrí la
sorprendente pregunta de Emily Dickinson no fue en el relato de Higginson, sino escrita en letras blancas de
plástico moldeado, e incrustadas en una fina barra de aluminio que descansaba sobre un muro, en Austria. Era una
de las 14 barras de diferente altura que contenían aforismos de la poetisa, espigados en su correspondencia,
poemas copiados en cartas o conversaciones transcritas. Estas barras forman el conjunto de una obra llamada
"White Dickinson" realizada por la artista Roni Horn en 2007. Expuesta en el primer piso del museo de arte
Kunsthaus Bregenz, "White Dickinson" forma parte de la exposición, "Well and Truly," de dibujos, esculturas y
fotografías de Horn, instalados con precisión y frugalidad en los cuatro pisos del museo Kunsthaus.
De regreso a Calcuta, en donde vivo, empecé a buscar en la recopilación de cartas de Emily los aforismos de la
"White Dickinson”. A medida que las frases que había visto en la exposición en Bregenz se destacaban
sigilosamente del resto del texto, un sentimiento indefinible de déjà vu, de reconocimiento, de resonancia y
repetición, de división, duplicación e identificación, comenzó a darle forma a mi experiencia de la lectura de las
cartas. Emily y Roni, voz y texto, lectura y contemplación, lectura y recuerdo, escritura y escultura, identidad y
diferencia, se volvieron díadas en las cuales esas dos actividades distintas, leer a Dickinson y contemplar la
exposición de Horn, empezaron a disociarse y a fusionarse en un mismo instante. Esto produjo una experiencia
visual, emocional e intelectual de una extrema singularidad.
Cuando leía el relato de Higginson, por ejemplo, tenía muy presente que no solamente Horn lo leyó y sacó de ahí
esa pregunta en particular, sino también que visitó la misma casa en Amherst y fotografió el cuarto de la poetisa, al
que Higginson no podía acceder, para su serie "From the Windows of Emily Dickinson's Bedroom" (desde las
ventanas del cuarto de Emily Dickinson) (1994-95). Entonces, en las palabras de Emily que descubrí en Bregenz y
después en Calcuta, se dibujaba el encuentro de Horn con estas palabras en su querida Islandia (en donde,
solitaria, leyó por primera vez los poemas), su posterior visita a Amherst para tomar las fotografías desde las
ventanas de Emily, y por último, el encuentro real entre Higginson y la poetisa, y su conversación. Estos encuentros
diferentes pero convergentes, duplicaban y volvían a duplicar la identidad de las palabras, de las cosas o de las personas encontradas. Haciendo de los actos de leer, ver y clasificar algo de una pluralidad sin fin. Más allá de las muchas obras importantes que Horn hizo a partir de la poesía de Dickinson, "White Dickinson" posee una voz, o un silencio, que le es propio – una característica que sobrevive a la disolución de una identidad de autor o de espectador. En el museo Kunsthaus, obligado a permanecer de pie por la ausencia de sillas, y rodeado por la quietud codificada de las barras de aluminio, me era imposible no sentir la singularidad de su presencia que se asemejaba a la de un tótem. Eran como guardias cuidando los límites de un claro. Pero parecía que habían abandonado su verticalidad para sostenerse sobre aquello que sabían era más grande y fuerte que ellas. Eran a la vez más y menos que sus hermanos, los “Personages” de Louise Bourgeois, que al comienzo se apoyan contra la pared de un taller, pero que cuando se convierten en figuras públicas se mantienen perfectamente verticales sobre sus pedestales. En el centro de la exposición "White Dickinson," se encuentra entonces un claro en que el espectador se mueve o se detiene. Es un espacio vacío pero vivo, creado por múltiples conversaciones que se transforman en actos que a su vez se evaporan. En este espacio el espectador juega a “Soy yo, Eres tú” con la obra, antes de entender que, dentro de la obra, la escultora y la poetisa juegan juntas a un juego parecido. Para estas dos artistas de la palabra articulada, prolongar este juego - entre ellas, con el espectador - es una manera de conservar la reserva, la lejanía y el misterio en el corazón de su arte.

Source: http://www.aica.ch/fileadmin/pdfs_kongress/11072012/Sen%20texto%20de%20referencia.pdf

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Autism is treatable: hope that is real, treatments that heal. Townsend Letter for Doctors and Patients; 10/1/2004; Reagan, Lisa "My name is Michael Augerson. I'm autistic. Basically when you're autistic, you feel urges to do things that you really need to do. You can't stop yourself. Like you have taken a drug. You have no idea what others are talking about, because it doesn't make

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